Ya está a la venta mi libro "VARIACIONES SOBRE EL VERBO AMAR", para aquellos que lo queráis comprar "on line".


EN BLANCO


              Mela, sentada con las manos sobre los reposabrazos del sillón de directiva, miraba con frialdad mientras confirmaba cómo el eco de sus palabras acababan de martillear los oídos de Inés.
            Toleró unos minutos de silencio que se deslizaron a través de las estanterías repletas de libros que hablaban sobre técnicas de recursos humanos y protección laboral. También sobre los apliques de la pared que alumbraban el cuadro de Alfonso Albacete.
            Mientras miraba a Inés y veía como se empequeñecía, la emoción de sentirse en una cima dorada la colmaba de felicidad. No podía evitarlo. Cada vez que despedía a un empleado, sentía ese regusto al que se hizo adicta desde que la subieron de puesto y la hicieron jefa del departamento de RRHH. Cierto es que atendió e incluso colaboró amigablemente con el experto en outplacement que la asesoró en como debía actuar ante el recorte de personal así mismo, supo fingir una falsa empatía hacia las personas que iba a despedir con una exquisita maestría.
            Sabía que los empleados de la empresa y los propios compañeros de otros departamentos, la llamaban la hiena, pero esto en vez de enfurecerla, la alegraba.
            Inés movió sus labios con una extraña mueca.
            ─No entiendo porque me despides dijo sabes que trabajo bien. Siempre he llevado tus asuntos con discreción y te he resuelto muchas situaciones difíciles, incluso… embarazosas.
            Mela sonrió.
           -Recuerdas que firmaste un contrato ¿verdad?... si rompes la confidencialidad acabarás en la cárcel o algo peor…sabes que esta empresa no se anda con tonterías. Además, te estás poniendo patética y sabes que eso no te favorece. Ten un poquito de orgullo, solo el suficiente para que puedas marcharte con algo de dignidad.           
            Inés alzó la cabeza y la miró a los ojos.
            Creo que estás un poco confundida repuso.
        ¿yo? dijo clavando sus ojos sobre los de Inés como si fueran dos dagas ardientes yo nunca me equivoco.
            Inés sacó unos papeles de su bolso haciendo caso omiso a las palabras de Mela.
            Esta vez sí respondió, los colocó con delicadeza en la mesa Nunca  firmé. ©

 *Alfonso Albacete; Pintor Malagueño, nacido en Antequera en 1950.





Hola, esta es la invitación para la presentación de mi nuevo libro. Será el próximo 3 de Octubre en el Hotel Molina Lario.


Ha llegado el verano


            Subimos por la Torre de la Paloma, la tierra árida de color ocre desolaba el lugar y hacía inciertos nuestros pasos. Seguimos caminando hasta que bordeamos la torre, entonces el paisaje nos regaló toda su magnificencia, no defraudó.
            El mar azul, acariciaba el saliente de las rocas que perdían su rudeza como una novia enfadada pierde su enfado ante las lisonjas del novio que ama. Las jábegas se deslizaban por la superficie del mar al toque sincronizado de los remos bajo la atenta mirada de su ojo fenicio pintado en la proa. Jugaban con el tímido oleaje al tiempo que competían con la estela blanca de su recorrido.
             El sol sobre las montañas del poniente, parecía orgulloso de la majestuosidad con que regalaba sus rayos a un solemne día.
                También la luna, desde lo alto de la bóveda del cielo, acudió a rendir honores -no era espectáculo para ser ignorado- y miraba curiosa al sol, al mar y a las lindas jábegas posadas sobre él.
                 El cante por Jabegote rompía el silencio. Surgió como una brecha en el tiempo, como una herida profunda, como el aliento renovado de un ave fénix en el apoteosis de su espesura, de su redención, con la plena conciencia de que su sacrificio sería recompensado, de que renacería de nuevo cuando pasase la noche.
                 Las vestales, renovadas en su apariencia, mantenían el fuego de sus antorchas en alza con el simbolismo de una antigua promesa; mantenerlo encendido en espera de que el astro sol reaparezca.
            El sonido de la caracola avisaba del próximo equinoccio. Los remeros de las barcas alzaron sus remos en posición de saludo. Un saludo ancestral con el que agradecían al astro, mientras este se escondía ya entre las montañas, la llegada del verano.
            Un año más, el saludo estaba hecho. Entre toques de caracola, las jábegas emprendieron el regreso, desapareciendo por el horizonte como emisarios, en este siglo XXI, del viejo Neptuno.





EL VACÍO DEL ATOMO

Hola llevaba demasiado tiempo sin poner nada y aquí tenéis esta especie de micro-reflexión.
EL VACÍO DEL ÁTOMO

            El nombre en clave de la operación era Zeus.
            “Demasiado evidente para rescatar el proyecto Europa”. Pensó el capitán Herráez.
            Hacía ocho meses que en la cueva de Altamira se había desprendido una parte de uno de los bisontes, concretamente la zona del cuello y parte de la cabeza. Había roto por las grietas que lo enmarcaban y había caído como una losa.
            Después de miles de años, las pinturas rupestres, pintadas en las paredes de la cueva, no eran solo pinturas en vista de los últimos acontecimientos. Las paredes y los techos de la cueva parecían, más bien, estar hecha de grandes piezas; como un gran mosaico.
            Pero el descubrimiento vino después. Cuando de forma desesperada y algo rústica intentaban recomponerla.
            Algunas de las grietas de la estancia se habían dilatado y habían dejado caer otras piezas de los animales. El jefe de Restauradores se desesperó, como lo hacía Harold Lloyd cuando los mismos  presos que entraban por una puerta del tranvía se le escapaban por la otra puerta trasera. Pieza que restauraba, provocaba a modo de tsunami la caída de las que estaban alrededor.
            Así, al mes más o menos, la cavidad había perdido su composición y solo mostraba algunas piezas que se mantenían pegadas de forma heroica de la misma forma, desde la prehistoria, que no es poco para un pegamento.
            La amante del jefe, una joven becaria de un país del este, fue la primera en darse cuenta.            Rascaba con una pequeña espátula una de las facetas vacía para rellenarla con una pasta especial y preparar así la pared para pegar, esta vez con delicadeza, las piezas caídas.
            —Aquí hay algo —dijo con su acento Letonio.
            Una placa metálica, hecha de una extraña aleación, aparecía tras la amalgama de roca prensada, a modo de polvo, que había servido de agarre a las planchas de piedra pintadas.
            Procedieron bajo el máximo secreto y cuidado, y ante la atenta mirada de unos cuantos dignatarios, secretos también, a desprender algo de esta especie de cemento prehistórico.
            Observaron que toda la cueva estaba recubierta de este extraño metal o lo que fuese y unos días más tardes, encontraron que había un acceso a una estancia oculta, “una incógnita de millones de años”. Lo había dicho uno de los dignatarios secretos queriendo parecer algo romántico.
            —O muchos más —dijo la siempre inteligente y paradójicamente rubia cercano a lo albino.
             En el centro de la cámara recién descubierta, rodeada de extraños símbolos, estaba el artefacto.
            Tras sesudos estudios, en los que para nada intervinieron ya los restauradores. Sabios eruditos e investigadores llegaron a la conclusión de que aquel mecanismo contenía información veraz del principio y del final, del origen y del big ban, de lo finito del universo y del tiempo, que como un globo se expande y se contrae, de la historia del mundo o del cosmos, o de nuestra existencia. Todo como una ridícula partícula que se mueve en el vacío de un átomo…, y todo esto, en nuestras manos. En las suyas.
            Lo llamaron proyecto Europa.
            Pero Europa, antes de pronunciar la última “a”, había caído en las malas, malas manos de aquellos que ostentan el poder. No importan sus caras, siempre son los mismos y habían vuelto a ganar la partida.
            Así es y así se repite, de forma cíclica y arcaica, igual que la rueda giratoria de un hámster enjaulado, todo vuelve.  El origen y el declive reverbera, de nuevo, como un “de jabí” ajeno al tiempo. Sin que aprendamos nada en cada vuelta.
            El capitán Herráez lo tenía crudo. El robo del artefacto secreto quedaría como otro caso sin resolver. 

Resultado de imagen de IMAGENES CUEVA ALTAMIRA