EN LA MEMORIA DE LOS SUEÑOS

Hola, aquí están los dos títulos "Una visita inesperada" y "Porqué el abad perdió su alma", continuación de mi libro "En la memoria de los sueños", si queréis tenerlo solo tenéis que entrar en majemeca.bubok.es

POR QUÉ EL ABAD PERDIÓ SU ALMA

No estaba proyectado en su vida convertirse en un hombre de Dios, pero los acontecimientos hicieron que abandonara la vida que conocía hasta entonces.
Esta es la historia de porque el abad vendió su alma…
El joven Bellamy cabalga a través del exuberante bosque, inspecciona sus propiedades en busca de furtivos que minan su coto de caza.
Es el perfecto heredero y el orgullo de su padre que morirá tranquilo sabiendo que sus riquezas y tierras quedarán a buen recaudo en manos de su admirado hijo.
A su soltura en el manejo de los negocios, se une su belleza, de ojos de mirada dulce y sus cabellos, filigranas ondulantes de oro, movidos con mimo por la brisa que le acaricia al cabalgar. Gran jinete y cazador, su figura gallarda de andares poderosos es admirada más allá de sus posesiones.
Su fama le precede y todas, doncellas o no, solteras o casadas, castas o voluptuosas le rinden homenaje en sus lechos. Las recién casadas también le ceden con júbilo el derecho de pernada ante el disgusto de sus jóvenes esposos.
Tanto poder le ha rodeado desde su cuna que nunca halló oposición a ninguna de sus acciones o deseos, a veces por representar el rango de su casta, otras por la propia atracción que despierta.
Si alguna vez hubo alguien o algo que se opusiera a sus deseos, manifestaba tamaños enfados que entre gritos y armas que usa como amenaza termina por conseguirlo.
Ese mismo día, tras su inspección, visita el convento y ha visto a una novicia, su belleza traspasa los hábitos y le ha encendido el deseo. Desde entonces la ronda pegajoso una y otra vez, ansioso por conseguir sus favores, ignora con vanidad, el compromiso sagrado que la protege del mundo.
No entiende como una joven de tal belleza y de buena familia, que podría haber escogido cualquier buen partido, ha decidido internarse en un convento y alejarse de una vida llena de gozos y sabores. En esas está cuando una tarde casi al anochecer, después de haber sido despechado una vez más, conjura en voz alta al mismo demonio, vendería su alma por poseer a esa mujer. Camina hacia la salida del convento y entre el eco que sus pasos despiertan cree oír algo, se detiene, no vaya a ser alguno de los enemigos que con su fama de galante se ha ganado, espera un momento, pero todo sigue en silencio, en penumbras, alerta y con sigilo monta en su caballo ya entrada la noche, solo la luna llena le alumbra el camino. Su luz plateada y fría proyecta la sombra reverberante de los árboles que a nuestro joven jinete le hacen creer que se estiran para intentar atraparlo. Por fin, a lo lejos ve su castillo, aprieta la carrera y cuando llega siente la impresión de que ya esta a salvo.
El joven heredero duerme plácidamente, yace semidesnudo entre las sábanas, sus cabellos dorados descansan sobre la almohada y el reflejo de la luna llena da toques de embrujo a la estancia, una leve brisa mueve con desgana la suave cortina de seda trasparente en la noche cálida que marca el solsticio.
Duerme entrecortado, algo perturba su mente, abre los ojos y la ve allí, de pie, junto a su cama. Su piel blanca y suave resplandece también con los reflejos de la luna y él piensa si no será un sueño, ella le sonría, él extiende su mano y siente su piel cálida. Sus cabellos antes escondidos bajo los hábitos, surgen salvajes y oscuros como el fondo de un lago, cubriendo sus senos.
Complaciente entra en su cama. El joven Bellamy la posee con desenfrenado deseo, la transformación de esta mujer le excita aún más.
Yacen los dos en justo descanso tras la batalla del deseo, la novicia que reposa su cabeza en pecho del joven se incorpora y extrañada lo mira fijamente. Después se mira a sí misma y toma consciencia de su desnudez, se cubre con la sábana y él le sonríe, ignorante del significado de su mirada reemprende el deseo con un beso, ella se aparta temblorosa y confusa, la lucidez de lo ocurrido llega a su mente y se aparta como animal asustado, se levanta envuelta entre las sábanas, mirando a un lado y a otro se refugia entre las paredes, los cabellos le tapan el rostro, llora desconsolada, y cuando el joven Bellamy se acerca porque empieza a comprender lo sucedido, la joven novicia, sintiéndose acorralada, corre hacia la ventana y sin que él pudiera evitarlo se arroja al vacío.
Sólo acierta a escuchar el golpe seco de su cuerpo contra el foso de oscuras rocas que protegen el castillo, con desesperación se asoma y ve su cuerpo blanco, inmaculado, entonces siente que ha cometido un sacrilegio.
Un grito atronador le despierta de su letargo, mira hacia el cielo y ve una figura draconiana desplazándose con rabia por el cielo de la noche, supo en el acto que era el diablo, que satán lo había escuchado cuando hizo su petición, que la había convertido en un pacto y que venía a cobrar su deuda,.
El monstruo se lanza contra el castillo, pliega las alas y con sus garras se abraza a las paredes. La mancha negra que forma en el exterior de la torre se transforma en un enjambre de mantis negras que producen miles de crujidos metálicos al deslizarse por los muros y por entre las piedras y las grietas hasta que penetran en la habitación del heredero, pero para entonces el joven que sería abad, ya había huido. ©


UNA VISITA INESPERADA
Estoy sentada en mi escritorio, intento encontrar aquella palabra, la justa, para expresar la idea que ronda en mi cabeza desde hace un buen rato. Miro a través de los cristales de la ventana. Una tarde gris y húmeda, donde los chaparrones se alternan con breves chirimiris se cuela a través de ella, “hoy llegará antes la noche”, pienso.
Centro mi mirada en esta habitación que he hecho solo mía. Construida encima del garaje como almacén, se convirtió en un trastero custodiador de cosas inútiles y olvidadas, quizás un poco de historia, de la nuestra, la familiar.
Un día de primavera, no se cual, pero si sé que era primavera, subía con otro objeto más con destino al país de los olvidos y una chispa se encendió en mi cabeza. Aquel gran ventanal con los cristales opacos de polvo y tiempo dejaba traspasar un poco de esa luz de transformación y sin esperar a más, me lie la manta a la cabeza; pensé, que si en años no había echado nada en falta de lo que allí había, tampoco lo haría en el futuro. Así que poco a poco y después con ayuda de mi familia fui tirando todo sin mirar atrás.
Una vez estuvo vacío aprecié su amplitud y cuando a la hora de pintarlo mi marido me preguntó que de qué color lo iba a pintar, le contesté que de rojo no. Él me miró extrañado y yo le sonreí, entonces me abrazó y me dijo: Estas loca. —Lo sé— le respondí y nos besamos.
Navego en estos pensamientos cuando llaman con delicadeza a la puerta. Me pregunto quien será, mi familia suele entrar sin avisar, aunque intentan no interrumpir, saben que si estoy en mi proceso creativo no atiendo, estoy en otra parte, por eso que llamen a la puerta me indica que es alguien ajeno.
—Pasa— digo y la puerta se abre, despacio, como si el misterio estuviese tras ella y así es.
La reconozco enseguida.
Rosemary, alta, delgada, viste una falda estrecha por debajo de las rodillas, zapatos limpios de tacón grueso y estilo inglés y un conjunto de jersey con rebeca de un tono celeste perlado, el pelo color miel, recogido en una cola cerca de la nuca.
— ¿podemos pasar?
¿Podemos?, pienso.
—Si claro, pasad.
Y entran los cinco.
—Solo tengo dos sillas y un sillón, colocaros como podáis— digo algo turbada.
Rosemary trae del brazo a Daniela que entra murmurando y solo mira al suelo. La sienta en una de las sillas. Daniela comienza a balancearse sin dejar de susurrar algo inteligible.
Los demás indican a Rosemary que se siente en la otra silla y a Marcelo, que ha entrado el último y algo asfixiado, le ceden el sillón.
Álvaro no quita ojo a Rosemary, la mira seductor.
—Ahórrese la molestia Álvaro— le increpa— somos incompatibles, usted solo busca un rato y yo, en fin ya sabe, solo quiero alguien que me ame, de veras.
—Tenía que intentarlo— le contesta con una atractiva sonrisa,— sabes que mi vida ha cambiado, ahora soy un ligón o al menos lo intento— y me mira cómplice, como si yo tuviese algo que ver, cuando en realidad, su estilo de vida lo ha elegido él mismo — sé que todo en la vida tiene su tiempo— le dice y vuelve a sonreír.
—¿Por qué todos tienen nombre y yo no?— interrumpe un joven de ojos claros pero profundos donde la inocencia ya no tiene lugar, barba rubia e incipiente, con ropajes sucios y desgastados, su piel morena le hace resaltar aún más sus claros ojos— me has dejado allí en la isla con esos dos que ahora muertos de hambre intentan comerme ¿no tengo final?— me habla enfadado.
Todos ellos consideran que yo he trazado sus vidas, que yo les he hecho como son, pero están equivocados.
—No sé— contesto— tú eres el protagonista y tú eres el narrador, yo solo soy el medio por el que te expresas, solo tienes que recordar.
—Y tu Marcelo ¿que tal?— está allí con su voluminoso cuerpo. Se ha levantado. Tras intentar sentarse en el sillón, se encontró incomodo, así que permanece de pie, apoya sus manos y parte de su peso en el respaldo de la silla donde está Daniela.
—Así que solo tengo que recordar— volvió a interrumpir el joven
—Sí— le respondo, — pero no te preocupes, lo harás.
—Ejem…Ejem— tose Marcelo, — me encuentro bien, por fin encontré mi lugar, mi revelación, la única.
—¿Estás seguro?—le pregunto sonriendo.
—Sí, cuando uno encuentra por fin el lugar, el único, el que encaja, una eternidad es un instante, pero cuando uno está en el sitio equivocado, un instante parece una eternidad.
—Sigues siendo un filósofo Marcelo, tienes razón.
Se rasca la cabeza pensativo y continua hablando—…no te lo tomes a mal, me tengo que ir, el viejo y el burro me esperan en la calle.
Me asomo y efectivamente allí están, no pude menos que sonreír, Marcelo había encontrado su lugar en la eternidad y no estaba solo. Tampoco tengo muy a ciencia cierta si era él o ya solo un fantasma.
Daniela parece absorta en sus pensamientos cuando repara en el muchacho —¿eres mi hijo?— le pregunta cogiéndolo por el brazo.
—No señora— le contesta.
A continuación se dirige a Rosemary — y tú ¿eres mi hija?
—No Daniela, no soy tu hija.— Le contesta. Se incorpora y acaricia sus cabellos.
Álvaro se hace ahora diana de su curiosidad, con temblores lo señala y con expresión de asombro comienza a decir — ¡Eres tú, eres tú!, ¡has vuelto!, ¡díselo a mi padre!, ¡has vuelto!... ahora podrán devolverme a mi hijo, nuestro hijo…
Se acerca a él y lo abraza, coloca su cabellera canosa en su pecho, no deja de suspirar ¡has vuelto!, ¡has vuelto!, Álvaro intenta soltarse de este abrazo inesperado mientras le responde —no, no, lo siento, lo siento— Daniela sigue hablándole, —¿Sabes? han matado a nuestro hijo, ¡lo han matado!—, Daniela abre los ojos llenos de espanto y repite entre lágrimas —¡lo han matado! ¡Lo han matado!, llora primero con pena, después se separa de él y añade con rabia — y tu no estabas, ¡no estabas!…
Daniela va perdiendo el control y Álvaro solo acierta a decirle que no, que lo siente, que se equivoca. Daniela llora y Rosemary la abraza, Alvaro se despide apresurado y se marcha.
—Vamos Daniela— Le indica Rosemary, me dedica una sonrisa y sale con ella que entre sollozos va diciendo a Rosemary— mi padre se va a enfadar, mi padre se va a enfadar…
Solo quedamos el muchacho y yo.
—Quiero contarte algo
—Dime—le indico. Me inclino y apoyo los codos en la mesa, él se acerca y me pregunta con timidez si se llama Walter.
—Sí— le respondo.
—Entonces—me dice— ya se como termina mi historia, y comienza a narrármela con todo detalle—, yo solo me limitaré a transmitirla como la primera vez, como cuando viniste a mi cabeza—, le digo.
—he de regresar.
—Lo sé— le respondo.
—De todas formas volveremos a vernos.
—Eso espero —le digo — y ten cuidado. —Le indiqué con el corazón en un puño.
Despacio sale de la habitación, me mira con aquellos ojos claros llenos de misterio y reproche.
Cuando desaparece cerrando la puerta, cojo una hoja en blanco para relatar de nuevo su historia. Sé que no puedo acompañarle, pero cuando escribo sus aventuras también sé, que da algún modo, yo las estoy viviendo. ©
 

1 comentario:

  1. Grandiosos relatos, el primero te intriga nada más empezar y el segundo es un resumen de todos los relatos de tu libro. Al leer el segundo relato me he acordado de cada una de las historias de tu libro ; es una gran idea

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