EL VACÍO DEL ATOMO

Hola llevaba demasiado tiempo sin poner nada y aquí tenéis esta especie de micro-reflexión.
EL VACÍO DEL ÁTOMO

            El nombre en clave de la operación era Zeus.
            “Demasiado evidente para rescatar el proyecto Europa”. Pensó el capitán Herráez.
            Hacía ocho meses que en la cueva de Altamira se había desprendido una parte de uno de los bisontes, concretamente la zona del cuello y parte de la cabeza. Había roto por las grietas que lo enmarcaban y había caído como una losa.
            Después de miles de años, las pinturas rupestres, pintadas en las paredes de la cueva, no eran solo pinturas en vista de los últimos acontecimientos. Las paredes y los techos de la cueva parecían, más bien, estar hecha de grandes piezas; como un gran mosaico.
            Pero el descubrimiento vino después. Cuando de forma desesperada y algo rústica intentaban recomponerla.
            Algunas de las grietas de la estancia se habían dilatado y habían dejado caer otras piezas de los animales. El jefe de Restauradores se desesperó, como lo hacía Harold Lloyd cuando los mismos  presos que entraban por una puerta del tranvía se le escapaban por la otra puerta trasera. Pieza que restauraba, provocaba a modo de tsunami la caída de las que estaban alrededor.
            Así, al mes más o menos, la cavidad había perdido su composición y solo mostraba algunas piezas que se mantenían pegadas de forma heroica de la misma forma, desde la prehistoria, que no es poco para un pegamento.
            La amante del jefe, una joven becaria de un país del este, fue la primera en darse cuenta.            Rascaba con una pequeña espátula una de las facetas vacía para rellenarla con una pasta especial y preparar así la pared para pegar, esta vez con delicadeza, las piezas caídas.
            —Aquí hay algo —dijo con su acento Letonio.
            Una placa metálica, hecha de una extraña aleación, aparecía tras la amalgama de roca prensada, a modo de polvo, que había servido de agarre a las planchas de piedra pintadas.
            Procedieron bajo el máximo secreto y cuidado, y ante la atenta mirada de unos cuantos dignatarios, secretos también, a desprender algo de esta especie de cemento prehistórico.
            Observaron que toda la cueva estaba recubierta de este extraño metal o lo que fuese y unos días más tardes, encontraron que había un acceso a una estancia oculta, “una incógnita de millones de años”. Lo había dicho uno de los dignatarios secretos queriendo parecer algo romántico.
            —O muchos más —dijo la siempre inteligente y paradójicamente rubia cercano a lo albino.
             En el centro de la cámara recién descubierta, rodeada de extraños símbolos, estaba el artefacto.
            Tras sesudos estudios, en los que para nada intervinieron ya los restauradores. Sabios eruditos e investigadores llegaron a la conclusión de que aquel mecanismo contenía información veraz del principio y del final, del origen y del big ban, de lo finito del universo y del tiempo, que como un globo se expande y se contrae, de la historia del mundo o del cosmos, o de nuestra existencia. Todo como una ridícula partícula que se mueve en el vacío de un átomo…, y todo esto, en nuestras manos. En las suyas.
            Lo llamaron proyecto Europa.
            Pero Europa, antes de pronunciar la última “a”, había caído en las malas, malas manos de aquellos que ostentan el poder. No importan sus caras, siempre son los mismos y habían vuelto a ganar la partida.
            Así es y así se repite, de forma cíclica y arcaica, igual que la rueda giratoria de un hámster enjaulado, todo vuelve.  El origen y el declive reverbera, de nuevo, como un “de jabí” ajeno al tiempo. Sin que aprendamos nada en cada vuelta.
            El capitán Herráez lo tenía crudo. El robo del artefacto secreto quedaría como otro caso sin resolver. 

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