DE COLORES

Verde claro

Entró el hombre en la frutería:
—Buenos días señora. ¿Tendría usted melones?
—No es tiempo caballero —contestó la frutera— pero tengo unas manzanas muy frescas.
El hombre se quedó pensativo.
—¿Me deja probarlas?
—Como guste.
Al sentir que el hombre le tocaba los pechos; la tendera echó el cerrojo de la frutería. ©

Negro

La luciérnaga volaba descuidada entre la frondosa hierba de la rivera; como no veía nada decidió encender su trasero. Esto la molestaba enormemente, porque además de atraer a machos incandescentes de su misma especie, atraía también repugnantes mariposas nocturnas hipnotizadas por su luz.
Encendió su bombilla trasera y vio que sobrevolaba el rio.  Nunca había llegado tan lejos.
Apagó su linterna, entre otras cosas, también para ahorrar combustible.
El trompazo contra la barca que pescaba cangrejos de río la tiró al agua. Con las alas mojadas y el culo encendido, lanzaba señales de SOS a las mariposas nocturnas. La bombilla se apagó y las nocturnas se fueron. ©

Blanco

—Esta niña tiene fiebre. —Dijo el doctor a la enfermera— Póngale el termómetro.
La enfermera le colocó el bolígrafo “bic normal” en la axila.
—Cuando suba la tinta, avíseme enfermera. ©

Gris

—¿Cuándo empezarás tu obra?
—Cuando escampe.
—¡Pero si no está lloviendo!
—Pues eso; para cuando escampe. ©
         


FELIZ NAVIDAD Y PRÓSPERO 2015

LA DESPEDIDA

La crueldad devoraba su inocencia. No lo era el niño ya; casi. Herida de muerte, moribunda; resiste a abandonar. No quiere que se extinga, el niño su inocencia. No sabe él. Desconoce que defiende lo que queda de ella. No sabe que su inocencia ya no es suya.
La mañana había sido rota. No por él. Él no quería. Los otros sí. Lo justo a veces no es lo cierto. No, es cierto.
La ira silenciosa lacera sus horas. No tiene su enfado guerrero. Solo si se mira a un espejo. De un combatiente un bando es inmoral. Su niñez le pone en desventaja.

El descubrimiento lo hizo la niña. Mira, dijo. No, no quiere el niño mirar. Con los brazos cruzados él. No se movió.
Míralo tonto, dijo la niña. Es importante, le dijo. Lo agarró por el brazo y lo gira. Le mueve la cara. Mira, mira. El niño, mudo él. Con los ojos cerrados, se empeña en no mirar. Lo desea él. Su curiosidad le impera invasora. Domina su resistencia, a no mirar. Se debilita.

Calla la niña a su lado. Sabe que no tardará en abrir los ojos. Tiemblan sus párpados. Una fuerza que no es de él se los abre. Desmesurados. Aterrados. Han visto semienterrada, entre las hojas del otoño, la mano. © 

UNA DUDA INADMISIBLE

Allí, en la pequeña aldea, siempre la calificaron de buena persona. Su condescendencia había desarrollado una capa de dulzura, de la cual se alimentaban los demás, como sanguijuelas hambrientas. Nadie pudo explicar su forma de actuar aquel día:

—Rosi —le dijo su vecina— ¿podrías coserme estos leotardos?
—Déjamelos ahí y luego te los coso.
—Es que...verás,los recojo en un momento…la niña los necesita ya.—Le insistió la vecina.
—Pero…si tú sabes coser… ¿por qué no lo haces tú?
—Es que… no tengo tiempo ¡Además, tú lo haces mejor!
Y ahí está Rosita, cose que te cose con sus cosas por hacer.
—Ay Rosa que buena eres.
Y se los llevaba la mar de contenta.
Más tarde se presentó otra vecina.
—Ay Rosi. No puedo ir a darle de comer a las gallinas. Tengo peluquería… ya que tú vas a darle de comer a las tuyas… ¿te importaría darle de comer a las mías?

Pasada media mañana llegó Rosa azorada a la peluquería. Manifestó alarmada que las gallinas estaban muertas.
Con la cabeza llena de papelillos de plata y mechones de pelos tiesos lleno de tinte caoba, la vecina saltó del sillón de la peluquería.
—¡Todas? – le preguntó.
—No, solo las tuyas.

Así quedó la duda. Llegaron a pensar que había sido Rosa, la que había matado a las gallinas de la otra vecina. Pero esto era imposible; pues Rosa, era una buenísima persona.


ACLARAR LOS CONCEPTOS

                     Alicia preparaba el desayuno. Todas las mañanas sacaba el molinillo y molía el café, le gustaba e intentaba dejarlo como si fuese polvo, "así no pierde aroma", solía decir mientras preparaba las tostadas y ponía la leche a calentar. 
                  Después ponía la mesa, "es mejor empezar el día con mantel de tela",  y en cierta forma llevaba razón.Más tarde aparecería Luis, su marido, se sentaría en la mesa y verían las noticias.
—Anoche no te oí.—Dijo Alicia cuando lo vio aparecer recién levantado, con la barba incipiente y el batín abierto. Se rascaba la cabeza como si intentase recordar algo importante.
—Ya...  Estuvimos trabajando hasta tarde y no quise despertarte. Respondió cogiendo una taza de la estántería.
—Muy considerado. —Repuso Alicia entre dientes, mientras giraba la cabeza hacia la tostadora que con un "clac" avisaba de que el pan ya estaba listo.
—¿Decías?
—No nada. Que  agradezco tu amabilidad.—Respondió irónica.
—¿Estas enfadada?—preguntó él depositando la taza en el mantel.
—No.—Le contestó Alicia, recolocando  la taza en el plato—. No, solo estoy desencantada.
—Estas enfadada y es temprano —indicó señalando el reloj de la cocina—, no quiero llegar tarde a la oficina, así que luego hablamos, cuando se te haya pasado.
—Claro, que fácil. Tú defines mis sentimientos. Tú dispones cuando hablamos y cuando se me habrá pasado el hipotético enfado. No escuchas. Nunca has sabido escuchar y hoy te digo que no estoy enfadada, solo desencantada  ¿no entiendes la diferencia entre desencantada y enfadada? Yo te lo explicaré. Mira que suerte tienes, hoy, tan temprano, y ya vas a aprender algo. Mira. y cogió una caja de zapatos que había en una silla y la puso en la mesa.
—No me digas que esto es por unos zapatos. —Dijo Luis.  
—Oh vamos, al final sí que me vas a enfadar. Tienes horchata en las venas o quizás ni eso. Haz el favor de mirar dentro.
Cogió la caja de zapatos, no sabía si, sonreír y abrirla como si nada, o huir y salir corriendo con cualquier excusa, pero esto no le pareció lo óptimo tal y como estaban las cosas.  Con tiento, como el niño que espera un regalo o quizás una sorpresa, desplazaba la mirada de la caja a su mujer en espera de alguna reacción por parte de esta. Despacio la abrió y descubrió que no había  nada.
—¿Ves? —Repuso Alicia— Ahora estas desencantado. Esperabas algo, posiblemente algo malo, pues crees que estoy enfadada. Si fuese tu cumpleaños esperarías algo bueno, pero aun así, al estar la caja vacía te encuentras desencantado o lo que es lo mismo defraudado. Ahora tráela. 
Se la quitó de las manos. A continuación la tiró al suelo y la pisoteó.
—Esto es estar enfadada ¿lo entiendes? —A lo que añadió— Quiero el divorcio.©


Esto que a continuación presento, no es un relato, ¿podría decir que es una cuestión psicometafisicafilosófica? ; )

            EL INSTINTO COMO MEMORIA COLECTIVA (UNA TEORÍA PERSONAL)

Si los recuerdos forman parte de nuestra herencia genética.
Nuestro cerebro es como una CPU, pero de un organismo. Viene cargado de ficheros genéticos.
Si observamos nuestros sueños encontramos que vemos lugares, personas, objetos…Que nunca hemos visto. Estas situaciones, personas, animales… ¿las crea nuestra mente de la nada?
Puesto que no sabemos nada de la nada, por muchas teorías que existan. Los sueños se deben nutrir de acontecimientos pasados, y al decir pasados me refiero a vividos. Al igual que imaginamos el futuro a partir de unas premisas ya existentes. Nuestros sueños pueden nutrirse de vivencias pasadas o de recuerdos inconscientes, es decir, de los que no tenemos constancia pero están ahí, y que más tarde elaboramos o transformamos.
(El cómo sería el proceso es otra cuestión; a través de otras vivencias, filtros, tabúes o de equivalencia o trasposición de sentimientos. Esto quizás esplique porque hay imágenes en los sueños que sin serlo despiertan sentimientos que son antagónicos o descongestionados con la imagen. Por ejemplo normalmente se asocia a imágenes pasear o pescar que en principio es algo neutro, un sentimiento de angustia y/o miedo. De ellos también se nutre el arte, pero esa es otra cuestión.)
La principal cuestión es que nuestro desconocimiento o mejor sería decir nuestro no reconocimiento racional de esa vivencia sea porque no nos pertenecen como tales (Este punto es importante y luego retomaremos) o que sean vivencias inconscientes. Estas vivencias inconscientes son para mí aquellas situaciones con hechos subliminares, es decir, al enfocar nuestra atención a una sola cuestión, hecho, persona, objeto…otras nos pasan desapercibidas pero imprimen su huella en la memoria. En lo que a las vivencias que no nos pertenecen se refiere,  estas se pueden dar  por dos motivos; hemos absorbido conscientemente vivencias de otras personas o, las hemos heredados genéticamente…
Estas vivencias inconscientes, en el sentido de no conciencia del conocimiento, pueden partir de cualquier lugar, como ya he apuntado. Mi teoría es que hay recuerdos que se heredan. Si los genes reproducen manifestaciones impalpables como el amor, odio, inteligencia, sentimientos o…la imaginación (¿nutrida de estos recuerdos?) que se  evidencian en una zona del cerebro, si también hay una zona en el cerebro que opera como memoria ¿quién no nos dice a nosotros que no tengamos unos recuerdos genéticos?, y no solo me refiero a aquellos que se heredan solo como especie.
Me explico: observando la naturaleza, surgen cuestiones que parecen explicables desde una cierta lógica, pero cuando nos preguntamos por ejemplo: qué le dice a un pájaro que tiene que hacer un nido, es más, cada tipo de ave tiene una forma de hacerlo;, los hay colgantes, los hay de barro; o qué le dice a la hormiga león que tiene que hacer un surco con forma de cono en la arena para coger a sus presas; o a las mariposas monarcas que es el momento de emigrar y saber de antemano el camino, cuando nunca antes lo habían hecho pues pasan cuatro generaciones entre un viaje y otro…, ¿está la ruta inmersa en un recuerdo heredado? Es evidente, me diréis, es el instinto, si pero… ¿Dónde se aloja el instinto? ¿Han descubierto en qué lugar del cerebro se oculta? ¿Qué funciones colaboran? Y la memoria o recuerdos ¿está entre ellas? ¿Forma el instinto parte de una memoria colectiva de una misma especie?
Sabemos dónde localizar el centro del hambre, la sed, el placer que también son instintos, son instintos de supervivencia. Podríamos decir que todo instinto tiende a la supervivencia, individual o de una especie.
Pero no sería este instinto, el que defiende a la especie, ¿una memoria colectiva que evidentemente se transmite a través de los genes, no es aprendido, que empezó a funcionar como instinto para la supervivencia de la especie? Quien nos dice que no tengamos en nuestros genes recuerdos de nuestros antepasados, no como herencia de supervivencia o evolutiva, ¿no tendremos también sus recuerdos, vivencias o emociones?
Evidentemente esto son teorías y hemos de alegrarnos de la complejidad de la mente humana; estructural y funcional, pues el día en que este funcionamiento se conciba y se conozca en su plenitud,  el ser humano estará en manos de otros seres humanos y todos los demás estaremos perdidos.
CONTINUARÁ