OTRA ENTREGA DEL RELATO "KALEIDOSCOPIO: EN LOS BORDES DE LA CIENCIA"

AÑO 2016

        Aquella mañana salí de casa algo más temprano de lo que acostumbraba. Carlos me había llamado sobre las once de la noche anterior y me había pedido que dejase cualquier cosa que tuviera que hacer al día siguiente porque había descubierto algo importante.
            Me pidió, más bien me suplicó con su voz meliflua, esa que pone cuando quiere algo, que estuviese en la puerta del Parque Tecnológico a las ocho y media.
            Hacía años que Carlos había empezado a desarrollar un sistema de navegación 3D para buscar canciones; según él, cada canción sería como un planeta, y al igual que los planetas residirian en galaxias, galaxias musicales. Pretendía que con una sola canción, se pudieran encontrar cientos de canciones parecidas o con el mismo esquema.
            Esto superaba con creces otras alternativas esistentes. Con esta herramienta, podríamos encontrar canciones de todas las épocas y de todos los estilos.

            De modo que, a las ocho y media, me encontré con Carlos y nos dirigimos al Centro de Innovación y Biocomputación.
            —Raquel —dijo—. Ha ocurrido algo estupendo. Después de diseñar la herramienta, se me ocurrió la idea de dejar el algoritmo en búsqueda sincopada de canciones.
            —Vale —respondí, mientras me sentaba en una silla— y eso ¿qué es?
            —Jaja, pues dejar al sistema de navegación que busque sin instrucción prefijada. Es decir, que el ordenador busque la canción que quiera, y que busque solo aquellas que puedan ser “hermanadas”. —la última palabra la entrecomilló con los dedos.
            —¿Y? —dije sin entender nada.
            —Estoy tan entusiasmado, que creo que es claro para todo el mundo. No pongas esa cara, es que…bueno dejémoslo así. El sistema ha dado un salto. Ha buscado y lo que ha encontrado, lo traduce al oído humano. Creemos, aunque no estamos muy seguros, que ha captado el sonido del espacio ¿no es fantástico? Ha actuado casi como una inteligencia artificial.
            —Como no me lo expliques mejor no me entero. —dije con cierto enfado.
            —El universo tiene sonidos, podríamos decir que “resuena” —de nuevo entrecomilló la palabra con sus dedos—.Nuestro oído no puede escuchar el sonido si no hay aire. Pero esto no quiere decir que no exista. ¿Te acuerdas de la campana de vacío? Cuando el aire salía de la campana, el timbre enmudecía. ¿Te acuerdas?
            —Claro, y cuando el aire volvía a entrar, el timbre iba sonando más fuerte conforme más aire entraba.
            —Correcto. Veo que has hecho los deberes—dijo sonriendo.
            —No seas tonto, sigue.
            —Pero que no llegue sonido alguno a nuestros oídos, no quiere decir que el timbre no suene, es decir que no produzca perturbaciones. De hecho sigue repicando. Lo que nuestro sistema nos dice, es que podemos oír el sonido del universo y que si tuviéramos la campana esa aquí mismo, podríamos oírla aunque estuviese en el vacío porque los algoritmos la traducirían al oído humano.
            —¡Es cojonudo! —dije— y ¿cómo suena eso del universo o lo que sea?
            —El programa ha transformado esas perturbaciones,  las cambia a sonidos reconocibles por el oído humano. Escucha.
            Carlos pulsó una tecla del ordenador.
            —¿Qué te parece?
            —Que me tomas el pelo, eso son ballenas del Ártico —dije mientras sonreía, porque pensaba que todo aquello era una broma.
            —Jaja, sabía que lo dirías. Es verdad que parece eso. Quién sabe si las ballenas saben los secretos del universo y nos lo están repitiendo una y otra vez y nosotros, que nos creemos  superiores, las matamos y las ignoramos. Es decir, que sean como este programa, escuchan el sonido del universo y lo reproducen.
            —¿Tú estás seguro de todo esto? —dije mientras buscaba un caramelo en mi bolso. Había dejado de fumar hacía unos cuantos meses y no aguantaba las ganas de echarme un cigarrillo a la boca. Ciertamente, la ocasión lo requería.
            —Aquí no acaba. —dijo Carlos que estaba cada vez más entusiasmado—. El caso es, que si lo de antes te parece sorprendente lo más estupendo de todo es que hemos encontrado una secuencia.
            —¿Una secuencia? Carlos, es muy temprano para todo esto, siento que mi cerebro va a estallar.
            —Una secuencia es como el estribillo de una canción. Este se repite después de cada estrofa. Con esto ha ocurrido igual. Hemos encontrado un estribillo. Tres veces. Si coincide otra vez, lo procesaremos con el programa 3D.
            —¿Y porque esa secuencia y no otra?
            —Podría ser. Pero si esta se repite será por algo ¿no?
            En ese momento entró Fabio. Noté como su rostro blanco albino, incluso su cabeza rapada  enrojecía, y sus ojos grises, casi trasparentes, se clavaban en mí.
            —¿Qué haces tú aquí? —dijo.
            En realidad era un tipo desagradable. No sé cómo Carlos hacia migas con él.
            —Vamos tío —respondió Carlos—. Ella no dirá nada —y dirigiéndose a mí dijo— es que esto, aún es algo secreto.
            —Por mí —dije mirando a Fabio— podéis estar seguros de que no contaré nada.

Continuará...




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