Este poema está dedicado a la memoria de aquellas mujeres asesinadas a manos de hombres malos.
Lo he titulado:
LA ROSA SEGADA
Respirar
el aire que inspiré aquel día.
Volver
a los encuentros difusos de un amanecer lluvioso.
De
campanas soñadoras
que
reparten el eco de su sonido
en
los oídos opacos de un alma ciega.
Naturaleza
del encuentro,
amores
prohibidos bajo las sábanas.
Juegos
del mundo oculto,
de
complacidas palabras,
de
besos, caricias, …
De
pensamientos en nuestras cabezas
sobre
la almohada.
Solo
quiero que te vayas…
Es entonces cuando
despierto.
Olvidar
el aire que inhalé aquel día
Encuentros
difusos de un sentimiento herido.
Del
abandono de un latido interrumpido
con
el corazón cosido en curtido lodazal.
Sin
sentirlo, sin reponerlo.
No
es el encuentro.
Es
el olvido.
Putrefacta
esencia
de
una escondida inocencia.
No
era un sueño olvidado.
Respirar
el aire que expiré aquel día
En
el derrengado de manos sucias.
Deleite
para una hermosura,
encerrada
en la monstruosidad.
Descanso
para el ciempiés
que
sin descanso camina
entre
sollozos mudos y
cavernas
de sangre.
La
verdad no era aquel espejismo.
Morir
con el aire que exhalé aquel día.
Ojos
abiertos de pupilas negras.
Oscuridad
completa
que
no recurre al alba.
En
el eco del recuerdo,
una
luz que ya no brilla.
De
afilado acero un cuerpo maltratado.
Esencia
segada por manos indignas.
Rotos
sus anhelos
con
el último aire sin vida.
Libera
del encierro
la
oscuridad imperecedera.
Después asoma una estrella más,
en
la noche sin luna del cielo.